martes, 5 de mayo de 2009

Norte

Diste un paso en dirección norte, mas conocido en nuestro vocabulario como el vacío. Y ya nada fue como antes.

Quizás sea eufemístico hacer referencia a la nada con la palabra vacío, pero tiene duende mostrar el lado mas literario de cada expresión. Con o sin exaltar.

Las musas han partido junto con todo lo que mi plano de realidad, adulterado por algún tipo de tristeza endógena, ha llegado alguna vez a ser. Las miradas, brillantes y satisfactorias, dejan ahora un vacío dentro de mi músculo anestesiado.

Lágrimas sin derramar, agua y sal carente de fisiología. La biología desata su desafío sobre todo lo que yo, infeliz humano malcriado, dejé entrever alguna vez a ojos del paraíso de la pausada cadencia de la divinidad.

El vacío absorbe cada imagen de retina que me afano en preservar en mi lóbulo temporal.

Observo sin embargo, impertérrito como no podría ser de otra manera, como los fantasmas pasan por delante de mis pupilas sin apenas hacer ruido. Pero la sensación de la nada nace por vez única. De mí.

De estos apéndices que nacen de los tobillos, de estas prolongaciones asimétricas llenas de huesos paradójicamente flexibles que se acomodan al final de estos brazos.

De este corazón. Demasiado humano y exasperante.



Se me ocurren, portadoras de la bandera blanca, un par de ideas, o podríamos decir solo una, pero omnipotente, que caminando hacia el norte, me tiende su mano y tira hacia si con un tesón envidiable.



Parece ser que la dirección superior de una brújula está situada en la antitesis del sur. Y hacia ahí nos dirigimos. Ignorando cada barrido de la adversidad. Subordinando los estigmas de una vida pasada a la voluntad de un futuro sin escribir, pero cuyo autor firma este documento con lacre y sangre.

Con amor y dedicación. Con sal en las heridas.

Contigo.

martes, 17 de marzo de 2009

Ciclo

Deslizando los pies por encima de una superficie llena de tierra y bacterias. Interpretando cada estado como dictaba el proceso de las emociones. Las propias, por supuesto.

Se podría decir por tanto que sonreír era obligación del momento, al margen, claro, de la descomposición que rodeaba el mundo.



Cuatro tonos, y alguien descuelga el teléfono. Hola, se escucha en la lejanía atormentada por interferencias casuales. Llamaba por la reparación a la que ayer nos referimos en nuestra reunión. Claro, como no, pase por mi despacho en unas horas y los problemas que su cabeza alberga se verán resueltos antes de que pueda notarlo.

El teléfono emite un sonido lastimero mientras se cuelga.

Sin demora, la espiral cobra vida y el despacho se materializa en el acto. No hay nada que llame la atención, salvo, quizás, el propio hecho de que no haya nada.

Notas musicales surcan el ambiente pausado, y a la vez que la atención se centra en dicho sonido los ojos comienzan su búsqueda por la escasa extensión que representa el habitáculo en busca de una fuente que tenga todas las papeletas de ser el origen de los decibelios.

No hay suerte, vaya.

Con todo, la sensación de bienestar prometida acude rauda y se instala en el interior. Sin apenas hacer ruido.



La mesita de noche esta a la derecha, a unos centímetros del tacto. Yace sobre ella un cuaderno cuyas tapas incitan a su exploración.

“Deslizando los pies por encima de una superficie llena de tierra y bac…”

Stop. Algo no va bien. Es obvio que la hoja tiene una incisión en forma de media luna en su parte superior izquierda.

El análisis detallado de la incisión antes referida no produce fruto alguno, siendo la frustración la sensación experimentada en primera instancia.



La naturaleza cíclica se apodera de todo. Sin dejar rastro de su paso. Se concluye por tanto que en manos del sujeto experimental está la toma de decisiones propias y la alteración del orden establecido.

Del libre albedrío.

martes, 3 de febrero de 2009

Caída

Íbamos corriendo por el barranco, jugándonos la vida en una particular carrera que mi desorientado criterio juzgo como necesaria, incluso divertida.

No había nada que perder allí, al borde de la muerte mental. Nada por lo que lamentarse en caso de que nos fallaran las piernas y cayéramos al lugar mas hondo que una mente malherida pudiera alcanzar.

Nos mirábamos divertidos, intercambiando gestos que con toda seguridad solo entendíamos nosotros.

Pero me traicionaste, y no te bastó con empujarme, sino que me escupiste en la cara mientras me caía, y tú te reías a carcajadas diabólicas. Ocultando tras tu sonido infernal la luz que no existía y colapsando mis oídos hasta enloquecer.

Me diste la espalda. Me olvidaste antes de recordarme.

Yo mientras me precipitaba a un lugar que no tenía fondo, ni paredes ni nada a lo que agarrarse. Solo negro.

Gritaba, y me consumía. Maldecía cada instante que compartí contigo, pero no bastaban las palabras que mi mente pronunciaba para hacer honor a todo el odio que corría por mis venas incendiadas.

Era inevitable, pensé. Completamente inevitable. A la velocidad a la que caía las letras se me amontonaban victimas de la inercia más desenfrenada, creando una obra maestra del desorden. De la decadencia.

“¿Quiero acabar hoy con todo?”, logré descifrar de entre las montañas de palabras sin sentido que se amontonaban en mis pupilas.

No. Hoy no es el día. Todavía no.

El aire se hizo denso. La oscuridad se tornó opresiva. La caída se hizo mas acelerada, empujado por una corriente de aire contaminado que cortaba la nada a una velocidad inconcebible.

Golpeé el fondo inexistente con tanta violencia que todo, desde el primer latido de mi infancia hasta la última lagrima derramada, desde el núcleo de la realidad hasta la capa mas externa de las nubes, se retorció como si un terremoto lo hubiera pisado y agitado sin escrúpulos. Sin compasión.

El dolor alcanzo el súmmum. El ultimo estadio de la agonía.

Y una espiral me alzó sin cuidarse de que mis vértebras no se hicieran astillas. Haciendo que mi cuerpo desfallecido viajara a través del tiempo y el espacio, hasta depositarme sobre un sillón de terciopelo.

Me miré el torso desnudo, y vi como las gruesas líneas que componían cada uno de los cortes que tu me habías hecho prometiéndome anestesia y un lugar donde nada iba a doler se juntaban con armonía, danzando ante mi mirada sin vida.

Entonces supe que esta noche, después de cruzar la vida de lado a lado, después de haber mirado al mal a la cara y no sentirte dentro de mi, no hay nada que me doblegue.

Esta noche mi fuerza no es equiparable a nada que tu me hayas querido hacer ver.

Esta noche te elimino de un simple soplido, porque no eras más que la radiografía del aire que yo expiraba.

Piérdete.

lunes, 2 de febrero de 2009

Frágil

Paseando por entre un sinfín de tumbas abiertas, me sorprendí contemplando tus ojos verdes y claros mientras olvidaba los cipreses que me rodeaban. Cientos de preguntas vieron una respuesta y otras tantas se mostraron ahora absurdas.

Esta vez tú aliento dulce y sincero, sencillo y carismático, honesto y calido estaba ahí, muy cerca de mí, susurrante y apaciguador, demostrando que podríamos construir un templo si esa fuera nuestra meta.

Me preguntas por una meta. No se cual es la meta. Porque no me preocupa que haya una. Solo que mientras llego sea agarrado a tu mano, suave y experta.

No existe el problema que sea capaz de derrumbarte, no existe razón para tener miedo mientras estés a centímetros o a kilómetros de mí.

Cascadas de desaliento me reptaron por las entrañas, y a pesar de todo, siempre supiste encontrar el camino por el que llevarme, escuchando y demostrando que si algo es importante para uno, es importante para los dos.

Después de todo, aprender es el motivo de mis pasos. Pasos que solo lo son si se acompasan con los latidos de tu corazón. Dando cordura.

Hay muchas cosas que querría dejar escritas, momentos en los que Tú y tu semblante lleno de paz fuisteis los protagonistas y mis demonios el villano cruel y sanguinario que nunca llegó a ver la luz del sol.

Porque soy frágil, inadaptado y errático. Porque no se como mirar a través de los estereogramas, siempre lo veo todo en dos dimensiones.

Tú eres mi tercera dimensión. El ultimo manantial de agua pura sin contaminar.

Y cada día que pasa es un día más que, a tu lado, es como en mis sueños me imagino el cielo.

miércoles, 28 de enero de 2009

Póker

Hay quien dice que tenemos un par de vidas para gastar antes de jugarnos lo único que tenemos. Batirnos en singular partida de póker apostando siempre los latidos del corazón, sin tener en cuenta que perder por última vez es fácil. Muy fácil.

Hay quien dice que unas dobles parejas son suficientes, son los optimistas. Los pesimistas no ven juego por menos de una escalera real. Pisando siempre sobre seguro, con las cartas atadas a la mano, seguros de todo.

Hay quien dice que la vida es un juego, y apostamos día a día lo único que tenemos a buen recaudo. Consumiendo la suerte a cada movimiento. Porque no importa perder, solo jugar. Pero no hay donde apoyarse cuando no queda nada que apostar.

Hay quien dice que no quiere jugar. Que tiene un precioso cofre del tesoro donde guardar cada perla que robó de algún nido vacío. Mientras alguien no miraba. Y, ¿Para que jugar cuando todo lo que tienes es mas importante que tu propia vida?

Hay quien dice que es la vida la que le impide apostar. Porque sabe que si jugara no pararía de hacerlo, no hasta desprenderse de su ultimo aliento. A sabiendas de que siempre habría algo, quizás, que ganar.

Hay quien dice que siempre tiene dos ases en la manga, fichas por el valor de un rascacielos y la sangre congelada. Que no le da miedo perder porque no puede perder. Que sabe que va a ganar porque es la única opción posible.

Hay quien se lamenta de haber jugado, porque ahora ya no tiene nada. Porque los suspiros se consumieron a la vez que aquella copa de Bourbon que le acompañó en su ultima jugada.

Hay quien solo juega por las noches, porque es la hora a la que sale la luna y los astros brillan por encima del bien y del mal. Y no importa quien lo vea. Quien no lo vea. No hay peligro de perder. Y tampoco de ganar.

Solo hay una jugada posible. La única que te dejará perder cuando sea justo y ganar cuando sea inevitable. Y es jugarse el miedo en la primera ronda y acabar apostando por uno mismo. Confiando en que las cartas de quien tiene poder te beneficien, y deseando que las malas jugadas nazcan de las manos de los indeseables. Caminando por una trayectoria impía que no tenga reparo en decir quien tiene malas cartas. Y peor corazón.

Que no tenga reparo en sincerarse contigo, y advertirte de que malgastar una escalera real es imperdonable. Pues solo hay una probabilidad entre muchos cientos de miles. Y si te ha caído una del cielo, no la dejes marchar. No la apuestes. Pues solo Dios sabe cuando te darán la siguiente.

Quizás nunca.

jueves, 22 de enero de 2009

Media vuelta

Parece que suena un contrabajo, una armonía intensa que envuelve la realidad en suave tela. El paisaje era desierto, con arena afilada. No había apenas viento. Tal vez se habían acabado los mares, y con ellos los reflejos.

Caminaba cabizbajo, con un par de imágenes recurrentes en la mente. El suelo se balanceaba, bailando, mientras llegaba de entre las sombras un extraño olor a láudano.

La visión periférica había partido. Quizás porque no había nada que observar, al margen, claro, del objetivo. Siempre colocado un pequeño paso por delante. Distante, al alcance de la mano. Pensaba en soledades.

Los ojos divagaban por entre los residuos. Y estaba ciego.

Los sentidos estaban vulnerados, y el momento propicio para hacerlo se acercaba. Antes de lo previsto por lo que parecía.

Pensando llegó la respuesta. Durante lo que dura un suspiro saltó la chispa, y la vida misma fue breve. La voz expresó su desacuerdo rompiéndose en esquirlas.

De nuevo el contrabajo, reclamando su protagonismo, esta vez ancestral. Fue claro, y, como no podía haber sido de otra forma, cristalino. Como el mar.

Había un extraño sentido implícito. Algo bueno, etéreo. Sin filtrar, anulando la conciencia adversa.

Y al fin, sin ni siquiera decirlo en voz alta, todo se retrajo hacia el infinito interior, dando paso al temor insaciable que bebía directamente de la incerteza.

Pero era el miedo lo que daba sentido al desierto lleno de huellas. Y saberlo fue el percutor del arma que lo atravesó. Vio el fin mientras decía su nombre. Y fue obviado.

Apenas pasaron unos segundos, las manecillas dejaron de ser hábiles. No hubo cataclismos ni implosiones. Tampoco nada que temer.

Un paso más, hacia delante. Y una mirada que significaba todo.

Media vuelta. Todo parecía normal. Las pisadas se comenzaron a escuchar, y entonces, me sonreí.

martes, 20 de enero de 2009

Despertar

Vuela pajarillo, libre como el viento. Azul radiante de pupilas despiertas, color afrutado de esta verdad.

Es tan fácil la liberación egoísta del espíritu, el placer privado de la amistad.

Me preguntas. Te respondo. Sin presión. Con entrega.

Mi mirada esta desprovista de lágrimas. Me apoyo en mis heridas y me levanto con cicatrices que me recordaran quien soy.

Tatuajes de una vida aleatoria a merced de las olas. Cariño incorpóreo y gratitud por el camino. Senderos de cactus y abrazos bien interpretados.

Carencia de significado publico, sonrisas que se pierden en el rostro.

Tu comprensión y amor me acompañara mientras lucho por ser quien me enseñaste a ser.